
Puñetazos

La piñata de esta semana fue Susana Villarán, que en vez de ofenderse con sus acosadores debería agradecerles: han reforzado la sensación de polarización entre ella y Lourdes. Mediáticamente, los otros candidatos no existen (salvo Gonzalo Alegría, el McLovin de estas elecciones). Para algunos periodistas Villarán podrá ser el cuco, el lobo disfrazado de Caperucita, pero el efecto principal de tanta exposición es concreto: antes la tía no existía, ahora sí. La gente, especialmente en el tan codiciado C/D, desconfía tanto de los medios como de los políticos. "Si la atacan tanto, por algo será".
Primero la Villarán fue acusada por un canal de televisión por Internet de tener una regidora que marchaba a favor de la FARC. Bayly demostró que la edición del reportaje era mentirosa: la marcha había sido por el Día de la Mujer.
Luego vino The Puño Affair: interminables debates sobre si levantar el puño te convierte en un maoísta estilo Abimael Guzmán. La respuesta no vino desde los medios, sino desde la gente misma, en Internet. Blogs y redes sociales fueron inundados por imágenes de políticos con el puño izquierdo en alto: desde Mandela hasta el derechista presidente de Chile, Sebastián Piñera, pasando por la mismísima Lourdes Flores. Otros marxistas: Michael Jackson, Superman, Gokú, Camilo Sesto, en fin... Hay un grupo en Facebook con una divertida recopilación de peligrosos comunistas.
Acusaciones más sólidas -todas referidas a la presencia de Patria Roja dentro de la coalición de Fuerza Social- han pasado piola gracias a reacciones rápidas (deshacerse del candidato Amaya) o porque vienen en el mismo paquete de las primeras, que -como vimos- fueron más un tortazo en la cara que un gancho al hígado.
De hecho, algo parecido ya había pasado con Lourdes. Después de machacar una y otra vez con el tema Cataño, la engorrosa denuncia de Bayly sobre sus vínculos con Salazar Monroe no tuvo efecto alguno. Es más, Lourdes demostró que en ese caso había estado del lado correcto. Punto para ella, al menos ante los ojos de los que seguimos estos dimes y diretes, claro.
Por supuesto, la labor de la prensa es informar y fiscalizar. Pero la obsesión con una u otra candidato puede resultar contraproducente, peor aún si no se trata de hechos concretos.
Curiosamente, han sido usuarios de Facebook, y no periodistas, los que alertaron que, por ejemplo, en los blogs de Patria Roja se han borrado todas las referencias elogiosas a Raúl Reyes, el líder de las FARC. ¿La prueba? Links al caché de Google, que muestra lo que ya se borró. Sin ediciones ni Photoshop: nada más objetivo que un link.
De la misma forma, ha sido un blog el que acaba de descubrir que, a pesar de todos los deslindes, Cataño todavía figura como militante activo del PPC. ¿Cómo lo hizo? Simple: un link a la página del JNE. Sencillo y limpio.
Los periodistas alucinamos que decidimos elecciones. Pero no es así y, es más, a veces parece que fuera al revés. Vargas Llosa perdió en 1990 y Lourdes ni siquiera pasó a la segunda vuelta en 2006, a pesar de contar ambos con toda la maquinaria mediática a su disposición. Y, por otro lado, el apanado unánime contra Humala en las últimas elecciones no impidió que ganara la primera vuelta y que casi se la lleve en la segunda (incluso subiendo en intención de voto durante las últimas semanas, ¿ya se olvidaron?). Algo similar sucedió con Toledo en la primera vuelta del 2000, cuando se enfrentó a toda la prensa comprada por Montesinos, y aún así empató con Fujimori.
Los ejemplos abundan y los contraejemplos también, seguramente. Claro que la prensa influye, pero ¿tanto como parece? ¿En el sentido que quisiéramos? No, pues. Ni antes ni, mucho menos, ahora que los medios masivos han perdido el monopolio de las comunicaciones.
En una época en la que la información corre tan rápido y tan libre, todo atisbo de contracampaña disfrazada de periodismo se detecta en medio segundo y se contrarresta con más informaciones, chistes, fotomontajes y hasta cierto activismo. Bienvenidos al 2010, coleguitas: en este bravo y nuevo mundo cualquier "noticia" puede ser desmentida, anulada y ridiculizada por cualquiera en Internet, sí, allí donde pasa el tiempo ese no tan incomprensible A/B.
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