Héctor Lavoe: el cantante de los cantantes
@misanflo
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Hace unos diez años estuve involucrado en una pelea de salseros en el Callao. No sé ni cómo llegue ahí, pero la cosa es que yo me hacía pasar por un salsero bravo. La pelea en un comienzo consistía en responder todo tipo de preguntas relacionadas, desde las más fáciles hasta las inimaginables. Rodeado de amigos verdaderamente salseros pasaba desapercibido en el lío. Hasta que de pronto uno de los otros, que seguro se dio cuenta que pasaba piola, me mandó el cuchillazo: ¿Quién es Héctor Juan Pérez Martínez? Un silencio cómplice me delató. Cuando estaba a punto de responder que se trataba del cantante de Camaguey uno de mis amigos gritó Lavoe y la cosa realmente se puso fea.
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Pocos cantantes logran lo que Lavoe en cada canción. Pareciera que cada historia cantada es la historia de él mismo, su salto al vacío. En sus canciones desaparece la línea entre historia e intérprete, el cantante tenía la propiedad de apropiarse de las canciones. Y todo con él se vuelve un revoltijo de escenas cantadas, de imágenes clarísimas, de sonidos perfectos que transportan. Ningún otro salsero ha podido lograr aquello al nivel de Lavoe. Ni el mejor Blades ni Colón podrán igualarse. De alguna manera Lavoe siempre les llevó ventaja en todo, no solo en la música.
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Héctor Lavoe nació el 30 de setiembre de 1946 en Puerto Rico. Su vida estuvo marcada siempre por las pérdidas: sus padres cuando era un niño; su hermano, suegra e hijo cuando grande. Su enorme voz y talento le abrieron las puertas en Nueva York donde conoció la fama y también los vicios. "Es chévere ser grande, pero es más grande ser chévere", solía decir siempre.
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En ese universo de estrellas llamado Fania All Star, Lavoe destacó gracias a su voz, su calidad interpretativa, su vida jugada al límite y gracias a una banda de salseros que eran la comparsa perfecta para ese cuerpo torcido de una voz privilegiada. Aquel acompañamiento de timbales, de vientos y de baile conformaron aquel colectivo llamado Fania, en el que como en una obra teatral aparecían y desaparecían los principales actores.
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Muchas veces me he quejado de la ausencia de una identidad musical cantada en español. Esta música de Lavoe, la salsa en general, se me ocurre que es lo más cercano que tenemos los peruanos, los sudamericanos, los americanos hispano-hablantes a una identidad musical. Desde aquel día en el Callao, de donde Lavoe es hijo ilustre, no he dejado de escuchar salsa. Siempre tengo un disco de salsa junto conmigo. Con lo que aún no puedo es con el baile, pero pregunto quién puede.
Pocos cantantes logran lo que Lavoe en cada canción. Pareciera que cada historia cantada es la historia de él mismo, su salto al vacío. En sus canciones desaparece la línea entre historia e intérprete, el cantante tenía la propiedad de apropiarse de las canciones. Y todo con él se vuelve un revoltijo de escenas cantadas, de imágenes clarísimas, de sonidos perfectos que transportan. Ningún otro salsero ha podido lograr aquello al nivel de Lavoe. Ni el mejor Blades ni Colón podrán igualarse. De alguna manera Lavoe siempre les llevó ventaja en todo, no solo en la música.
En ese universo de estrellas llamado Fania All Star, Lavoe destacó gracias a su voz, su calidad interpretativa, su vida jugada al límite y gracias a una banda de salseros que eran la comparsa perfecta para ese cuerpo torcido de una voz privilegiada. Aquel acompañamiento de timbales, de vientos y de baile conformaron aquel colectivo llamado Fania, en el que como en una obra teatral aparecían y desaparecían los principales actores.
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Muchas veces me he quejado de la ausencia de una identidad musical cantada en español. Esta música de Lavoe, la salsa en general, se me ocurre que es lo más cercano que tenemos los peruanos, los sudamericanos, los americanos hispano-hablantes a una identidad musical. Desde aquel día en el Callao, de donde Lavoe es hijo ilustre, no he dejado de escuchar salsa. Siempre tengo un disco de salsa junto conmigo. Con lo que aún no puedo es con el baile, pero pregunto quién puede.
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