
Grupo 5, que levante la mano quien no bailó con ellos...

Seguramente alguien explicará en su debido momento aquel fenómeno musical llamado cumbia peruana, que llegó para transgredir no solo las fronteras territoriales en nuestro país sino fronteras mucho más estructurales. Digamos que esa historia aún no contada, se escribe día a día teniendo al Grupo 5 como uno de los grupos insignia.
La novedad, sin embargo, no lo es tanto para mí. Crecí viendo afiches que anunciaban conciertos del Grupo 5 en Chiclayo. Y si ellos tocaban el tonazo estaba asegurado. Los colegios chiclayanos contrataban a los monsefuanos para animar sus fiestas de promoción. Recuerdo como acontecimientos importantes que mi hermana estudiara con una de las hijas de un hermano Yaipén y los comentarios tristes de la abuela cuando murió Elmer, el Yaipén fundador.
Seguramente en aquel tiempo nadie en Monsefú imaginó el éxito futuro de la familia Yaipén. Por lo menos yo, que por lo general andaba jugando con mis amigos mientras nuestros padres y tíos se vacilaban con la música en vivo del Grupo 5, no lo imaginé. Para mí aquella música era el normal acompañamiento musical de kermeses y fiestas más o menos importantes en Chiclayo. Varias veces los vi haciendo pre-históricas coreografías en el escenario, haciendo covers de los éxitos de moda y repitiéndose hora tras hora de fiesta.
El Grupo 5 es un casualidad curiosa. Nadie me podrá explicar el por qué se han hecho tan famosos tocando canciones que varios grupos ahora reclaman suyas. Quizá aquella mezcla de elegancia, de pasitos de baile controlados, o de trompetas y trombones han hecho que estos monsefuanos lleguen primeros a la meta: el éxito ansiado de todo grupo que empezó tocando en la sala de una casa.
Para mí es como si el Juan Aurich, el equipo chiclayano con el que crecí, hubiera ganado el campeonato nacional de fútbol. Y yo lo festejo, de la única manera posible: bailando.
El embrujo
Motor y motivo
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