El castellano presenta un punto débil en la concordancia pronominal,
es decir, en los pronombres átonos que acompañan al verbo, seguramente porque
el carácter redundante del mismo obliga a mantener demasiadas distinciones en
unas partículas demasiado pequeñas. Si en España confunden fácilmente
"le" por "lo" o "la" y al revés, con frases que
aquí resultan tan estridentes como "la mando un saludo", es un error bastante
común en casi toda Hispanoamérica la falsa concordancia o "interferencia asociativa"
que indica la pluralidad del objeto indirecto poniendo la marca de plural al
pronombre que en realidad manifiesta al objeto directo. Lo encontramos en el
gorro de un titular de primera plana que denunciaba que en Trujillo un grupo de
miembros del serenazgo portaban armas habitualmente:
*La ley se los prohíbe.
Debe decirse "se lo prohíbe", por cuanto "lo" se refiere al hecho de "portar
armas" y no a los serenos portadores de las mismas. Este fenómeno ya lo
había registrado perfectamente Charles Kany, y en el Perú es absolutamente
general, como señalara en 1985 José Luis Rivarola.
Cuando el error se hace tan común y alcanza al habla culta sin que lo
rechacen las instancias restrictivas (la escuela, la universidad, los
intelectuales), puede decirse que se convierte en norma de uso. Para darles una
idea se puede encontrar en textos literarios como este cuento de Alfredo Bryce
Echenique:
"Pagaban de acuerdo a sus posibilidades y madame Beaussart se los
sacaba en cara cuando les apagaba la luz, diciendo que aún
no había oscurecido."
Igual
en este otro relato de Carlos Eduardo Zavaleta:
*"Una cosa es cierta; me deleita sentirme vivo y así se los digo
a unos contados amigos, a quienes ahora mismo
veo sentados en la sala."
Puede
decirse entonces que se está incorporando a la norma culta de este espacio del
español americano.
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